Buenas noches:
Espero que esteis todos bien por aquellos lares donde os encontreis. Yo acabo de comer un poquito de comida colombiana que han hecho los compis: plátano frito, fríjoles y arroz con coco (es como un arroz con leche pero con sabor a coco, muy rico)
Así que como dice el dicho: estómago lleno corazón alegre, ya he recopilado energías para contaros mi segunda crónica del viaje. Esta consiste en los 4 últimos días antes de volver a Santiago, los cuales los pasé en San Pedro de Atacama.
Cuando llegamos de Bolivia, la compi Mariona se emocionó al vernos después de 3 días sola. Por lo menos le dio tiempo a leerse un libro enterito, jejjee. Se sorprendió cuando me vio a mi paliducho y ojeroso, ya que ella pensaba, e incluso medio apostaron con otra gente que a Alexandra le iba a afectar mas que a mi el soroche. Por lo tanto ya tuve cachondeito pa lo que quedó de viaje. Pero de buena onda. Obviamente ese día estábamos muertos así que le contamos la aventura a ella, nos duchamos por fin con agua caliente y agustitos y después de comer yo me eché mi siesta milagrosa. Ya en la noche nos reunimos con otros españoles y compartimos unas chelitas (cervecitas) en el pueblo.
Después de uan buena noche y bien descansados fuimos con un tour a visitar el Valle de la Luna y de la Muerte. El chofer de la furgo era bastante enrrollado, y lo primero que hizo fue llevarnos a una apacheta originaria de tiempo incaicos. Las apachetas son montículos de piedras apiladas. Su función consistía en marcar los caminos y en ellas los indios hacían ofrendas a la pachamama y rezaban cada vez que llegaban a dicho hito. Ofrecían desde alimentos hasta oro. Esta apacheta a la que fuimos señalaba la llegada al antiguo poblado de San Pedro, se encontraba al final de una cuesta, por lo tanto no sabías que te encontrabas un pueblo alrededor de un rio cuando descendías por el otro lado. De manera simbólica este chofer hacía siempre este desvío para pedir permiso y poder continuar con la ruta indicada.
El Valle de la Luna debe su nombre a su formación orogénica. Forma parte de la llamada Cordillera de la Sal, que es una cordillera mucho más joven que la de Los Andes y de materiales más maleables, por lo tanto muy erosionables. Tiene cierto parecido a la típica imagen que tenemos de la Luna. Nos echamos unas cuantas fotos en lo que llamaban de cachondeo “la piedra coyote” porque es el lugar donde se pondría el correcaminos de los dibujitos animados para vigilar y putear al pobre coyote, jeje.
Volvimos al auto y tuvimos que esperar como diez minutos a que pasaran enormes, pero enormes, no os lo imaginais, camiones con antenas gigantes que ocupaban toda la carretera. Según me explicaron esas antenas van a formar parte del proyecto ALMA (Atacama Large Milimeter Array) Estan montando un pedazo telescopio que usa ondas radiotelescópicas para estudiar el universo. El proyecto lo llevan los gringos, Japón y Europa…me imagino que los ingenieros sabrán lo que hacen, y parece que para el 2012 ya empieza a funcionar…dudo de la puntualidad chilena.
Continuamos el viaje hasta llegar al Valle de la Muerte. En realidad su nombre original era Valle de Marte puesto por el cura Le Paige, que fue muy importante en el reconocimiento de este desierto, y del pueblo indio, pero como era guiri pues le entendieron mal y confundierto Marte por Muerte. Desde un mirador pude ver como la gente se “chorreaba” por las dunas haciendo sandboard…aaaaghghhh, me he quedado con todas las ganas de probar, pero que le vamos a hacer.
Continuamos y llegamos hasta las entrañas de nuevo del Valle de la Luna, nos enseñaron varias piedras con formas cursiosas como las 3 marías, o la piedra del Pacman. Vimos una pequeña mina, donde en la época de la segunda Guerra mundial obtenia sal y otros mateirales para fabricar pólvora. Ya avanzada la tarde subimos a un cerro para observar el atardecer. Como aspecto negativo debo decir que había muuuuucha gente conglomerada en el mismo lugar para ver la puesta de sol, algo que le hacía perder encanto. Y ya casi en la noche, el chofer nos llevo a hacer mini-espeleología. Nos metimos por una grieta natural formada por el agua que cae de manera torrencial muy pocas veces al año. En ciertas partes de la grieta se cerraba bastante y teníamos que ir casi tumbados en el suelo, aunque nos dabamos el correspondiente coscorrón en la cabeza.
Esa noche, después de asearnos, cenamos tranquilos y nos fuimos a dormir muy temprano porque a las 4’30 de la mañana venían a recogernos para ir a ver los Geiser de Tatio.
Haciendo honor a la puntualidad chilena, llegaron casi a las 5 de la mañana a recogernos, nos pillamos un cabreillo pasajero, pero en cuanto nos dormimos se nos quitó. El trayecto duraba hora y media. Nos recogieron tan temprano porque lo ideal es ver como aparecen los chorros de agua justo al amanecer, ya que es la hora más helada del día y el contraste entre la lava que corre debajo de la tierra que hace calentar el agua, contra la atmófera fria hace que se condense el vapor de agua. Tuvimos suerte y fuimos la primera furgoneta que llegó al lugar, por lo tanto descendimos, y con una temperatura de -9º nos pusimos a ver las fumarolas. Al principio no impresionaban mucho, pero como he dicho, conforme nos acercábamos a las 6’30-7 de la mañana iban aumentando el tamaño. Nos llevaron a un geiser cíclico. Es decir, cada 14 minutos echaba un chorro de agua durante 2 minutos o así y se apagaba. El lugar era espectacular, creo que son los geiser por extensión en km más grande del mundo (no por tamaño de los chorros). Tatio, en lengua Kunsa significaba = abuelo que llora, y es que el Tatio es un volcán inactivo que se ve desde allí y que forma la silueta de una nariz y una boca. Y la leyenda dice que cuando nieva se le forma una lágrima debajo del ojo.
Solo existen 7 geisers en el mundo, y este es el único que no está protegido de ninguna manera por el gobierno chileno. O sea, no forma parte de una paraje o parque natural. Y es debido al suculento negocio de la energía geotérmica. Es de vergüenza, que el año pasado probaran a hacer un agujero para intentar extraer energía geotérmica, y que les saliera mal y durante un mes ese agujero estar largando vapor de agua hacia el cielo….después no habia cojones de meterse a cerrar el agujero..pues gracias a eso,el nivel de todos los geiser de alrededor ha descendido bastante.
Después de ver lo que maneja el dinero, nos fuimos a la parte norte de estos geiser y nos tomamos un desayuno bien calentito. Allí no había fumarolas, sino que había pozas de agua hirviendo. Ahora, están mucho más protegida ya que varios turistas se han muerto en ellas, es más están bautizadas en honor a los fallecidos: el francés, el español… y uno es es “asesino” poruqe se ha cargado a 3 turistas. Pero bueno, ahora tienen un cerco de piedras que te impide acercarte más de la cuenta. Mucha gente se bañó en una piscina de agua caliente preparada para la ocasión..pero yo no tenía ganas de pasar frio a la salida.
Continuamos el viaje y vimos por el camino un monton de vicuñas que cruzaban el camino…todos estabamos esperanzados de ver algun puma cazándolas, jejeje, pero es muy dificil. Tambien en la orilla de un rio vimos un rebaño de llamas pastando a sus anchas…sin saber que luego nos las comeríamos, jejejje. Y es que llegamos a un pueblito donde cocinaban anticuchos (pinchitos) de llamo, que oviamente deboré. Y he de decir que la carne es durita pero muy sabrosa.
Y para nuestro último día de viaje reservamos un tour tranquilo y divertido. Y es que nos fuimos a las 18 de la tarde a la Laguna Cejar. Es una laguna con un 50% de salinidad, por lo tanto es muy parecido al mar muerto. El agua está fria, aunque en el alguna parte profunda existen corrientes cálidas. El bañito fue gracioso, aunque los labios escocían mucho debido a mis heridas por la sequedad. Era una maravilla que sin hacer ningun esfuerzo te mantenías, pero es que te ponías como un palo y no te hundías, y hacías un largo y avanzabas una barbaridad. Menos mal que la empresa estaba preparada con bidones de agua dulce para quiatarnos la sal, porque la piel en cuanto nos secábamos te tiraba muchísimo.
Después fuimos a zambullirnos en los Ojos del Salar, que son unos agujeros enormes en la tierra e idénticos en tamaño, esta vez de agua dulce. Esa agua si que estaba helada, y fue meterme y salir corriendo. Y por último fuimos a ver atardecer en la laguna Tebenquinche. Esta laguna solo tiene agua durante 2 veces al año, y la profundidad es de 40 cm o algo así. Es muy guapo ver como andas y andas y andas por la laguna y nunca te hundes..como las playas de cai, pero desde lejos se puede ver el efecto de que caminas sobre el agua.
Para acompañar el atardecer nos tomamos un pisco sour (pisco con zumo de limon, o algo cítrico) unas patatuelas y maní (cacahuete)…de tranqui y apalanqui viendo como se escondía el lorenzo detrás del Licancabur..una pasada….
Al días siguiente nos acompañaron 24h de autobús, una historia que ya conoceis, y vuelta a casita para hablar con la family por el skype.
Esto fue mi viaje al norte de Chile, espero no haberos aburrido mucho, y ahora mismito voy a mandaros unas fotillos ya que una imagen vale más que mil palabras.
Chau chiquillos! Se os quiere. Un beso.